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Atras

La naturaleza humana ofrece su umbral, el estricto paradigma de ...la carne. Aparte de lo que percibe esta antena esférica, nada existe. ¿Por qué tu voluntad sacrifica su chispa en la repetición, en el eco de una luz muerta, distante de su origen a millones de tiempos luz, escapando del fin que la persigue?. Recordemos que los orígenes de la luz, una omni-explosión creadora, ya ocurrió y acabó, y sólo la luz se mantiene viajando a traves de la única vía disponible para escapar de la extinción: el tiempo. ¿Por qué tiende el terror universal a persistir en la duración?. Es eso la sobrevivencia?. No. El error humano es la conciencia, el brote de una legión de testigos interiores. El que todo lo ve, el señor de las moscas, no es mas que un ojo que ve 360 grados sin poderse jamás cerrar... es la condena del conocimiento de la propia y efímera seidad. O al menos eso creemos: que esta errata meta-biológica es la seidad, ya que es la que permite vernos a nosotros mismos. Pero es un accidente que jamás debió ocurrir, una iniciativa que aborrece toda la naturaleza y va en contra de las leyes de la vida: la evolución. Y la culpa de esto no la tiene nuestro espíritu, ni el fantasma que nos posee desde la noche cósmica, sino el vehículo: la carne. Mientras la luz esté en movimiento, a su velocidad, nuestro espíritu perdura, se aleja del fatídico origen apagado ya en expansión devoradora. Pero nuestro espíritu esta cansado, agotado de cortar la oscuridad hacia la nada, y ha comprendido que en la carne está su tumba, su reposo, la desaceleración, el final que celosamente ha buscado por sí mismo, aún así triunfando por sobre su destino de ser reabsorbido por el vacío. Encarna espíritu, y descansa en paz. Tu pesadilla ha terminado.